15.12.09

Un balde de agua fría es poco, sentí que me habían tirado las cataratas de Niagara por la cabeza. No pude hacer nada más que mirar el piso y contener las lágrimas. Sin dudarlo le dije que me iba; él me tocó, intentó abrazarme, intentó besarme... Intentó, pero no logró nada. Le pedí un motivo para quedarme, y no pudo decir nada, y después de quince minutos de silencio incómodo, yo mirando el piso, él mirándome a mí; me dí media vuelta y me fui. Caminé no se cuántas cuadras. Muchas, muchísimas cuadras. Cagué a trompadas un tacho de basura en pleno 9 de Julio y Córdoba, y a un pobre árbol en una plaza dónde también me heché a llorar. Lloré porque él estaba confundido, y porque yo acababa de terminar todo. Lloré porque cuando me fui y ni siquiera le di un beso, ni lo miré, ni le dije "hablamos..." no hice más que poner un abismo entre los dos, en lugar de acercarme y esperarlo. Lloré porque por primera vez en la vida me pasó algo por lo que no puedo hacer otra cosa más que llorar.
Lloré porque cuando yo me decidí, él se confundió.

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