13.11.09

El principito bostezó. Lamentaba la pérdida de su apuesta de sol. Y como ya se aburría un poco:
- No tengo nada más que hacer aquí -dijo al rey-. ¡Voy a partir!
- No partas -respondió el rey, que estaba muy orgulloso de tener un súbdito-. ¡No partas, te hago ministro!
- ¿Ministro de qué?
- De... ¡de justicia!
- ¡Pero no hay a quién juzgar!
- No se sabe -le dijo el rey-. Todavía no he visitado a mi reino. Soy muy viejo, no tengo lugar para una carroza y me fatiga caminar.
- ¡Oh! Pero yo ya he visto -dijo el principito, que se asomó para echar otra mirada hacia el lado opuesto del planeta-. No hay nadie allí, tampoco...
- Te juzgarás a tí mismo -le respondió el rey-.
Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario